miércoles, 18 de febrero de 2015

“EMPRENDER”
Por Jesús Torres

Entre el eco de los golpes en una mina,
con uno de ellos  salimos a un valle con espejos.

¿Alguna vez te has preguntado que deseas hacer en la vida? Tras la infinidad de caminos, encrucijadas y vericuetos que uno transita al vivir, ya sea de forma sorpresiva o deliberada, hace uno esa escala o pausa para la reflexión, a veces de trascendencia inesperada, en la que, forzosamente o por curiosidad,  nos cuestionamos: ¿Cuál es esa actividad, a la que vale la pena dedicar mi tiempo y esfuerzo en adelante? Si de cualquier forma es preciso hacer sacrificios, lo deseemos o no ¿no vale la pena trazar un rumbo y avanzar en dirección hacia esa satisfacción que nos es especialmente gratificante? Así sea ese aliciente algo íntimo, lejano y acaso trascendente, invertir la existencia en alcanzarlo alimenta más nuestro espíritu y sentido de logro que simplemente tolerar las inconveniencias cotidianas sin tener un rumbo fijo.

En ese momento irrepetible, se despliegan las posibles definiciones: ¿El futuro es para uno, o es por los demás?, ¿Qué arte es mejor?, ¿El de escabullirse al dolor en la cacería de una fresca y fugaz alegría?, ¿O el de sembrar una semilla en buena tierra y regarla con sudor? Entre tantas decisiones que tenemos que tomar, tarde o temprano, muchas veces se presenta una: ¿Debo trabajar para una empresa u organización, o debo trabajar por mi mismo? Ese último sentido, que por lo regular implica riesgo, pasión, convicción y sacrificio, abre también una fascinante posibilidad: invertir un esfuerzo que reditúe en un capital, crear un proyecto en el que el capital trabaje y dé trabajo a un equipo en mi proyecto. Esa posibilidad que muchas veces brilla como la veta que buscábamos en la mina, la llamamos “emprender”.

Definitivamente, hay muchos caminos para llegar a Roma y hay muchas formas muy respetables, de convertirse en empresario. Tiene tanto mérito prepararse, profesionalizarse, especializarse y buscar la oportunidad, como arriesgar poco a poco, aprender en la práctica y enfrentar un nuevo reto cada día con la frescura del ingenio, o bien, tomar las riendas aunque no esté en tus planes, para dar continuidad a un negocio familiar.

Todas las formas de emprender son admirables y necesarias, más aún cuando es especialmente difícil, en un tiempo en el que los mejores ofrecimientos del mundo están al alcance de la mano o de un click, cuando todos como clientes nos habituamos a pedir más cada día sin imaginar lo que podemos desear mañana, o mientras vemos pasmados como avanzan las nuevas soluciones a tracción de extravagantes, robóticas, genéticas, informáticas, energéticas o “nano” tecnologías. En un mundo complejo de aberrantes asimetrías, con personas con ingresos equiparables a los de países, en el que se construyen estaciones orbitales transnacionales, al mismo tiempo que hay aldeas aisladas que apenas cuentan con medios para subsistir y donde conviven el poder de transformar o trastornar al mundo, ¿qué importancia tiene el papel de las empresas?

Como ejemplo, si actualmente una prioridad en la agenda es reducir la pobreza, encuentro dos caminos para lograrlo: generar riqueza y distribuir riqueza. La empresa, hoy por hoy -y desde hace siglos– es la forma más eficaz conocida de generar riqueza. Desde la revolución industrial hasta la revolución del conocimiento, la empresa ha sido un dínamo del progreso, llámese económico o tecnológico, ya sea en el campo, la industria o el comercio, como micro, pequeña o gran empresa, el esfuerzo continuo por ofrecer algo mejor al cliente y así ganar su preferencia (y algo de su dinero), ha impulsado la evolución de los procesos productivos hasta el punto en el que la calidad, un precio competitivo e incluso la innovación, no son más una ventaja sino un imperativo.

Por otra parte en la empresa, forzosamente, se distribuye la riqueza. Ese dinero que se logra obtener entregando un grado al menos aceptable de satisfacción a los clientes, circula con varios destinos pudiendo ir a los empleados, los proveedores, al gobierno, a reinvertirse en la misma empresa, y por supuesto, a los accionistas como retribución por el riesgo, empeño y capital invertidos. Aún cuando podemos cuestionar la proporción en la que ese recurso se distribuye en esos apartados, o si es equiparable la satisfacción del cliente contra la ganancia obtenida, lo que es un hecho es que para subsistir o en su caso crecer, la empresa requiere distribuir sus ingresos.

Ahora bien, ya adentrados, podríamos nuevamente cuestionarnos: ¿Cómo creamos más empresas?, ¿cómo creamos empresas donde más se necesitan?, ¿cómo generamos más y mejores emprendedores?, ¿cómo hacemos más exitosas las empresas?, ¿cómo las rescatamos del fracaso?, ¿cómo les damos mayor sentido social?, ¿puede ser rentable un proyecto social?, ¿debe serlo?, ¿hacia donde va la globalización?, ¿a dónde queremos que vaya?, ¿podemos hacer algo para influir en ese rumbo?

Ese tipo de reflexiones y otras relacionadas, he podido planteármelas desde hace más de 20 años en los que afortunadamente he podido admirar y colaborar con empresarios y líderes que me rebasan por mucho en sus méritos, al haber podido contribuir a dos importantes instituciones de nuestro medio empresarial con las que estoy muy agradecido: El Consejo de Cámaras Industriales de Jalisco (CCIJ) y el centro de consultoría especializada “CC INNTEGRA”. También he tenido por años el privilegio de dar tutoría a algunas decenas de emprendedores en reconocidas incubadoras de empresas como Incubarte, a la que ayudé en su creación, y otras de prestigiadas universidades. De esos procesos sin duda, el más beneficiado fui yo. De esos mentores, en su mayoría involuntarios, y de mis propios emprendimientos, he aprendido a valorar los rasgos que en mi opinión distinguen a un buen emprendedor, como su visión, su pasión, su perseverancia, flexibilidad, liderazgo, ingenio y otras que de seguro escapan a mi mente en este momento.

Sin embargo, hablar de emprender es como que te platiquen de la feria, que nunca será lo mismo a ir y vivir tu propia experiencia. Puedes leer al respecto, puedes asesorarte, inclusive incubarte y probablemente nunca sentirás que estás suficientemente preparado, pero eso no debe detenerte. Puedes planear, inclusive veo importante hacerlo, sin embargo habrá momentos en que las páginas del plan de negocios o del estudio de mercado palidecerán en tu memoria al intentar directamente esa venta con los clientes. La incierta vorágine de cambios es el medio ambiente del emprendedor, por el que transita gracias a que tiene la visión fija en su objetivo, como la bailarina que a cada giro clava sus ojos en el mismo punto y así mantiene su equilibrio.

¿Quieres emprender? Si eso embona bien en tu plan de vida, estás consciente de lo que eso implica, estás dispuesto y sientes el ardiente deseo de hacerlo, te diría sin más ¡hazlo! Puede ser que pienses: “me falta capital”, “no estoy bien preparado”, “no me conocen en el mercado” y otras dudas más. A ello me atrevería a decirte que la mayoría de las empresas que hoy son exitosas no tenían todo eso resuelto al iniciar. Si tu meta se ve muy inalcanzable en este momento, proponte primero alguna escala, se gradual, se flexible, mide tus riesgos y ve de menos a más, pero sobre todo inténtalo y aprende del proceso.

Nadie te dará nunca todas las respuestas ¿y sabes qué? ¡no las necesitas! Como el escalador que se propone conquistar una cima no necesitas saber el camino exacto, sino solo encontrar un punto de apoyo para cada paso. Haz un balance objetivo de tus capacidades y enfócate en las más distintivas, con base en ellas selecciona los clientes que solo tú podrías satisfacer de manera especial, diseña tu mejor oferta pensando en ellos y hácelas llegar. Y después, lo más importante: Abre tu mente y tus oídos para escuchar y aprender de lo que opinan de ella.

Pero a fin de cuentas esta es solo una opinión más, que de seguro no se equiparará a los aprendizajes que tú tendrás. Porque si estás leyendo esto muy probablemente es porque formarás parte de esas valiosas personas que en un momento dado, a solas consigo mismas decidieron tomar ese fascinante camino:


Emprender.